
En la ciudad de México uno se puede encontrar fondas temáticas. Claro que con "temático" me refiero a la definición de mercadotecnia ampliamente aceptada y reconocida. En el mundo hay parques temáticos, como los de Disney. También hay restaurantes temáticos como Rain Forest Cafe, Planet Hollywood o el Hard Rock Cafe. Bueno pues así igual, pero fondas.
Para mis amigos de otros países que no saben qué es una fonda mexicana, hagan de cuenta que le sacan físicamente la cocina tradicional a una casa mexicana y la ponen en un local con más de una mesa y tatán, ahí tienen una fonda: una cocina en donde pueden comprar comida con un toque casero a un precio accesible. Es frecuentada por trabajadores y oficinistas de clases medias que no tienen la posibilidad de ir a comer a casa y que tampoco tienen mucho dinero como para comer diario en restaurantes a la carta, de buffet o comida rápida. Y que como yo les da oso o flojera llevar su trastecito con el guisado preparado desde su casa.
Macondo es una fondita temática en la colonia... no sé cómo se llama esa colonia. La idea es que sea un café donde los clientes tomen su bebida rodeados de libros, recuerdos y fotografías de Gabriel García Márquez.
Aunque la intención es buena, uno necesita hacer muchas concesiones para creerse eso de la fonda con realismo mágico. Aunque, por cierto, una vez se acabó el gas y uno de los comensales ayudó a cambiar el cilindro para que le prepararan sus alimentos.
En otra ocasión atendía las mesas un muchacho que seguramente era todo un artista -pintor o músico- pero al que la vida injusta le había dado el infame oficio temporal de mesero en una fonda temática, por lo que siempre estaba de mal humor y mostraba absoluto desdén por los clientes, la comida que servía y creo que hasta por las fotos y pseudo souvenirs de Gabo. De repente un buen día ya no estaba y la patrona se tardó unas semanas en contratar a otra chica que resultó ser todo lo contrario.
Varias veces tomé limonada tibia, no sé si por falta de recursos o porque el hielo todavía no llegaba a Macondo. Y en otra ocasión, regresé un plato porque la calidad de comestible de los frijoles ya había expirado, aunque la patrona aseguraba que los había preparado ese mismo día y que qué raro.
Hace mucho que no voy a Macondo. Ahora no sé si es un lugar real o algo que creó mi mente. De hecho si lo pienso, no sabría bien decirles cómo llegar... sólo sé que yo llegaba, de alguna manera. Comía. Me dejaba envolver en el realismo mágico y de repente, casi de manera instantánea, estaba otra vez en la oficina.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
ResponderBorrarDistante y doloroso como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto...