Cuando López Obrador era jefe de gobierno en la Ciudad de México, surgió la idea de hacer un programa semanal que se transmitiría por la radio. Mi profesor era, además de su colaborador, una de las personas que sentían afinidad genuina por “Andrés Manuel” pues como muchos otros, idealizaba en su persona la cristalización de sus anhelos democráticos.
Hubo algunas reuniones en diferentes lugares, algunas de ellas en la colonia Condesa. Yo no tenía ni idea, ningún papel protagónico ni mucho menos tenía voz ni voto. Como estudiante universitario y discípulo de mi profesor, mi papel se limitaba a ver, escuchar y tratar de aprender desde las filas de atrás.
Recuerdo que a esas reuniones asistía gente de lo más diversa, algunos se veían muy centrados y parecían inteligentes. Otros usaban expresiones grandilocuentes y otros iban con la actitud de estar participando en juntas secretas para llevar a cabo un gran plan revolucionario.
Uno de estos últimos alguna vez dijo respecto de la educación pública, que había que llevar a cabo una revolución “como la de Mao” en México. Yo nada más lo vi de reojo tratando de que mi extrañeza no se hiciera tan evidente que los demás lo notaran. Tal vez era un estudiante inexperto, pero no era ingenuo ni ignorante. En verdad dijo lo que dijo, pero en ese momento me pregunté si realmente esa persona lo entendía.
Sin ser un político ni un comunicador ni reportero de la fuente, varias experiencias de mi vida personal y profesional me han puesto en diferentes ventanas donde he podido ver -algunas veces más de cerca- el tipo de pensamiento que impera en lo que se ha dado en llamar “la 4T”.
Por eso no vi más que como algo natural la campaña que decía que López Obrador era un peligro para México. Por lo regular las campañas publicitarias tienden a resaltar lo obvio y esta no me pareció la excepción.
Pero mi convicción de que López era un mal que había que evitar a toda costa, no fue producto de la mencionada campaña, sino de esos acercamientos que tuve con la gente que lo acompañaba.
Visité el campamento en Reforma cuando bloqueó la vialidad violando elementales leyes y reglamentos sin recibir ningún castigo. Vi a algunos de sus colaboradores emplear el tiempo que deberían estar ocupando para el servicio público, para gestionar actividades y recursos “para el movimiento”. Escuché a algunos de los proveedores de servicios cómo con resignación contaban de las mejoras en las casas y oficinas de funcionarios de gobierno del PRD (partido que entonces usaba López como plataforma política). Desplantes como el de comprometer a que si el candidato “Juanito” ganaba la delegación Iztapalapa se la tendría que ceder a Clara Brugada, dejaban ver que la ley era algo maleable en la mente de López, culminando con su máxima “al diablo las instituciones”.
Cualquier persona con tres dedos de frente podía ver que López era en realidad un peligro para México.
Lo más triste fue escuchar una vez alguien muy cercano al PAN decirme “va a ser Obrador” en las elecciones donde finalmente ganó la presidencia Peña Nieto. Días después me dijo “se arreglaron”.
Al principio de su gobierno, una de las personas que participaban en su fraternidad de repente me dijo en voz baja “están planeando hacer algo, se les está saliendo de control”. Bueno al parecer todos los miembros de la fraternidad decidieron doblar las manos y apoyar a su destacado miembro, porque durante 6 años priístas y panistas guardaron un silencio sepulcral. Hasta que llegó el tiempo de las elecciones nuevamente, reaccionando demasiado tarde, postulando a una buena candidata, pero dejándola valerse casi únicamente de sus propios medios para hacer campaña.
A mí no me decepcionó López, hizo exactamente lo que esperaba que haría. Seis años después ha quedado demostrado que López sí era, es y será -mientras viva-, un peligro para México. Lamentablemente, al igual que Calles y el priísmo más rancio, López Obrador seguirá gobernando otros seis años y tomando malas decisiones a capricho para perjudicar al país del cual han tomado todo, sin descansar hasta verlo totalmente destruido.